domingo, 14 de diciembre de 2008

El Día Que Se Detuvo El Mundo

Me lleve tremenda descilución -la verdad esperaba mucho más- al ver está pelicula, tristemente, no queda nada -ni espiritu- de la obra original en este remake. Como mínimo, uno esperaría que al menos Scott Derrickson hubiera respetado la premisa de su predecesora, el carácter pacifista y las buenas intenciones del carismático Klaatu, pero ni eso encontramos en esta titulada ahora "El Día Que Se Detuvo El Mundo" -la cinta original de 1951 se titulaba "Ultimátum a la Tierra”-. Resulta enormemente decepcionante comprobar cómo en ella todo vestigio del debate humanístico tan necesario que planteaba la película de Robert Wise ha desaparecido por completo cuando más se requería reavivarlo.
Lo que fuera ciencia ficción -inteligente, sencilla y directa- se ha convertido en mero y frívolo cine de catástrofes. El problema es que ni siquiera parte del ultimátum que ameritaría la pelicula, sino que nos cambia al Klaatu original, aquel ser magnífico dispuesto a darle una oportunidad a la Tierra, por otro más insípido y mucho menos simpático -mala puesta del personaje, no Keanu Reeves que da ejecución correcta de su personaje-. aquel que no cambia en su empeño por encontrar una voz que escuchara su mensaje, el nuevo Klaatu es un ser hostil que decide en la mesa de un McDonald’s el destino de la Tierra. Sería hasta una buena broma si no hallaramos la escena en un contexto hueco, que evidencia que sus intenciones nunca son las de plantearse cualquier discusión en torno al devenir de nuestro planeta. Muy al contrario, Derrickson no ve el momento para introducir las artificiosas escenas de destrucción masiva que permitan el lucimiento de unos efectos visuales que acaban siendo los verdaderos protagonistas. Triste, pero cierto hasta el punto de que no le importa llevarse por delante hasta la identidad del mismísimo GORT, una figura icóno del cine de ciencia ficción, aquí reformulado como un monstruo digital formado por materia inclasificable y proporciones titánicas que sólo sirve de recipiente de la plaga que habrá de liberar para destruir la Tierra. De hecho, su tamaño es sintomático del vicio que emana de la obra de Scott Derrickson: como apuntaba antes, la estupidez de la hipérbole como vehículo único para alcanzar los puntos más altos de espectacularidad.
Si bien no se le puede negar su capacidad para entretener, tampoco debemos olvidar a costa de qué precios. Dejando de un lado la fuente original y limitándonos a examinar la película como una unidad independiente, advertiremos que nos hallamos ante un cine de catástrofes de pretensiones tan enormes como los desastres que se nos muestran en la pantalla. Ninguno de ellos invita a la reflexión y todos suponen un abrumador circo de efectos visuales donde los personajes acaban siendo meros secundarios despojados de alma. Por eso, cuando hace su incursión el drama humano -la escena en el cementerio-, ya nos resulta imposible creer en él y alejar nuestra mente de títulos como “El día de mañana” o “Independence Day”. Porque sí, esta cinta tiene mucho más que ver con los rimbombantes y apocalípticos filmes de Roland Emmerich que con el cine inteligente y extraordinario que en cada género pregonaba Robert Wise, sin ningun reparo en hacer de este remake un producto ajustado a las demandas de un público cada vez menos dispuesto a encontrar una mínima reflexión en la sala oscura, un fast-food cinematográfico a complementar con las franquicias anunciadas sin ningún disimulo a lo largo del metraje -LG, Windows o McDonald’s son algunas de las marcas que disfrutan de su plano publicitario-.
En definitiva, uno no puede sino lamentarse de un ejemplo más de clásico mal revisado, utilizado como coartada para erigir un nuevo espectáculo de masas adormecidas que engrose las arcas de las majors un año más. Por desgracia, poco cuenta ya el factor de la necesidad o no de un remake y menos, aún los sentimientos de aquellos que creemos en el cine como arte gracias a tipos como Wise. Si esta pelicula de Derrickson tiene algún valor indiscutible, ése es el de remarcar esa pérdida: la de aquello que se perdió en el camino.

Atte. Golden Boy

Pd. Espero que el día que se detenga el mundo, sea por algo mejor que esta pelicula.

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